Desde el pasado martes 21 de mayo y hasta el 10 de noviembre puede verse en el Museo del Prado la muestra "La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny" que reúne 281 obras de la colección con el denominador común
de su pequeña dimensión.Todas poseen unas características especiales
de riqueza técnica, preciosismo, refinamiento del color y
detalles escondidos que invitan a la observación cercana de
estos cuadros de gabinete, bocetos preparatorios, pequeños
retratos, esculturas y relieves.
La mitad de las obras expuestas
no se han visto con regularidad en el Prado en los últimos
años. Conservadas en los almacenes o depositadas en otras
instituciones, han cedido el paso con humildad a otras más
famosas y populares que han brillado sin perder nunca su
luz en la colección permanente, aunque no por ello son
menos interesantes ni menos bellas. La singularidad del
Museo reside en la elevada calidad de sus colecciones, en el
sorprendente buen estado de conservación de sus obras y en
la variedad de lo acumulado a lo largo de los siglos por los
sucesivos monarcas y por las adquisiciones conseguidas por
quienes tomaron el relevo del enriquecimiento artístico de
la institución desde el siglo XIX.
Las obras expuestas se ordenan a lo largo de diecisiete
salas en las que se da prioridad a la cronología, a través de
un intenso recorrido que comienza a fi nes del siglo XIV y
principios del siglo XV en Italia, Francia y los Países Bajos,
y culmina a fi nes del siglo XIX en España. Ese concentrado
paseo sin escapatoria aviva en el espectador la conciencia del
paso del tiempo, que une el pasado con el presente y descubre,
además, la singularidad y riqueza del Museo del Prado actual.
Por otra parte, las relaciones entre las expresiones artísticas de
unos y otros países revelan similitudes y divergencias técnicas
y estilísticas de la mano de artistas del máximo relieve; los
diálogos entre las obras hablan de las influencias ajenas o de la
reafi rmación del sentimiento de lo propio. En determinados
casos, los temas toman la iniciativa y se enfoca con mayor
intensidad lo representado que a los artistas y sus estilos
particulares, invitando al espectador a refl exionar sobre el
modo en que los pintores del norte y los del sur entienden una
misma iconografía, en una visión totalizadora del arte europeo
y de su significado desde la Edad Media y el Renacimiento, a
través del Barroco y del rococó, hasta el naturalismo que dará
paso al siglo XX.
El Prado ha hecho un especial esfuerzo en limpiar
y restaurar lo expuesto para presentar las obras en unas
condiciones idóneas, que permitan al espectador apreciar la
belleza específica que encierra la pintura y la escultura de este
formato. Sólo las perfectas relaciones tonales de la superficie
pictórica, gracias a la transparencia de los barnices, dejan
ver la precisión de las pinceladas y, con ello, el sentido y el
signifi cado de las figuras y de sus acciones o la poesía de los
paisajes y la punzante llamada de atención de la naturaleza
muerta, el bodegón. Se puede sacar el máximo partido de
la apreciación de esta pintura íntima únicamente cuando
su estado de conservación deja ver la intención original del
autor, tanto en las obras que se decantan por el preciosismo
de la técnica, como en aquéllas cuya abstracción lleva incluso
a la violencia expresiva, como en algunos bocetos.
Fuente: Museo del Prado
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