Querido D. José María:
Hace un rato comencé a redactar la noticia de su fallecimiento y el obituario que, desde estas líneas del blog de gestionarte, creía que se merecía por todo el trabajo que nos proporcionó en su parroquia de Salteras y lo bien que siempre nos trató. Sin embargo, la formalidad del texto no dejaba sitio para una expresión más profunda que es la que quiero transmitir con esta entrada, por lo que me he decidido a dirigirme directamente a usted.
En todas las referencias a su persona se hace mención a lo mucho que hizo por engrandecer el templo saltereño desde que tomó posesión del mismo en 1990. Precisamente este trabajo fue el que me llevó a conocerle, allá por el año 2006 cuando me desplacé por primera vez a su pueblo de adopción para redactar el proyecto de restauración del retablo mayor, junto con Enrique Gutiérrez. Desde entonces, fue una constante trabajar en Salteras: Retablo mayor, frontal de altar de la reformada Capilla Sacramental, retablo del Sagrado Corazón de Jesús...
En plena crisis económica me confesó que sentía verdadera preocupación por la situación en la que podíamos vernos insertos y, por ello, decidió continuar restaurando, a pesar de las dificultades, con lo que intervinimos la imagen de San Ginés, un lienzo copia del Murillo "La multiplicación de los panes y los peces" que consiguió le cedieran para la iglesia y, por último, la imagen de la Inmaculada Concepción que preside la Capilla Sacramental. Recuerdo como me decía "yo ayudo en lo que puedo, arrimando el hombro un poquito... Si todos hiciéramos los mismo..." Sé fehacientemente que mucho de lo que se restauraba en Salteras, de lo que Cáritas ofrecía a los más necesitados, de los gastos que la parroquia generaba eran sufragados, en parte, con su propia pensión de antiguo maestro (¡Cuánto me recordaba usted a algún maestro de la infancia, cuando me relataba que era el primero en llegar al Instituto de Olivares para que lo encontrase allí a primera hora quien lo necesitara!). También se ofreció para hablar con compañeros suyos u otros posibles clientes, con el fin de echarnos una mano. Ante esto, y en lo referente a lo profesional, no puedo más que agradecerle su preocupación y ayuda sincera.
Precisamente en relación a un asunto económico guardo una de las mejores anécdotas sobre usted que dicen mucho de una de sus grandes cualidades, el sentido del humor:
Una mañana, al término de una restauración, le acompañé a la Caja de Ahorros "a hacer cuentas". Al salir, una señora que llevaba un rato queriendo conocer quien era la persona que le acompañaba (cotillear, para entendernos) se le acercó y le preguntó entre excusa y excusa:
- Bueno...¿Viene usted acompañado...? o sea...este chico...
Y usted, serio y directo le respondió:
- Si, es el nuevo coadjutor que el arzobispo ha mandado a Salteras para ayudarme.
Yo quedé atónito ante la respuesta, con cara de circunstancia y sin saber que decir mientras que usted me miraba por encima de las gafas con una sonrisilla que me obligaba a seguirle la corriente y hacer de cómplice... Tras el afectuoso saludo de la señora, nos dirigimos a la iglesia riendo a carcajadas por la ocurrencia mientras musitaba sin maldad alguna:
- ¡¿Qué le importará a ella...?! Ea, ya se ha quedado tranquila.
(También relataba con mucha gracia cómo optó por Salteras frente a otros municipios cuando el Vicario General de entonces le propuso una terna de dos o tres localidades del Aljarafe).
Sin embargo, a usted, que era serio en lo importante, con un apretón de manos le bastaba. Cuando nos solicitaba algún proyecto, tras explicarle los pormenores y resolver sus dudas, si lo veía bien siempre cerraba con una frase muy suya: "Mano apretá, burra vendía" que significaba que el proyecto, cuando se pudiera abordar, se haría. Sin más negociación ni condiciones.
De todas formas, su humanidad traspasaba la frontera de lo profesional, al igual que su entereza y afán de superación. La enfermedad a la que se enfrentó durante todos estos años le hizo estar cada vez más torpe en lo físico. Sin embargo, en pocas ocasiones doblegaba ante el manojo de llaves o los papeles que siempre llevaba en la mano. Cabría decir que usted estaba dispuesto a morir "con las botas puestas", como así fue después de cincuenta años de sacerdocio. A lo largo de todos estos trabajos, fueron muchos los cafés que pude compartir con usted y muchas las circunstancias en las que pude ser testigo de su bondad, humildad, espíritu de entrega y servicio a los demás, en los que basaba su misión como sacerdote. Por ese motivo, su nombre suele salir con asiduidad cuando, en conversaciones con personas que ponen en duda a la Iglesia, les refiero algunas "píldoras" suyas -de las serias que no se cuentan aquí, no como las del banco- que ponen de manifiesto la verdadera misión que las personas como usted desarrollan "a pie de calle". Y eso que era cura, y de los viejos...
Nunca me resultó extraño el cariño y el "sitio" que Salteras le daba a su párroco al que nombró Hijo Predilecto, le dedicó una calle ( ¡Qué vino el Cardenal y todo, ¿eh?! -decía sonriente como niño que alardea de un juguete nuevo-) y lo acompañó en la calurosa jornada de su entierro. Quizás porque su párroco le daba el "sitio" a todos y cada uno de los que a él se acercaban. De igual modo no se entendería que un restaurador le escribese un obituario a un cliente suyo si no fuera porque ese cliente no se quedó en un simple comitente. Y me lo recordaba en cada llamada de teléfono o al despedirnos al terminar la jornada de trabajo al cerrar la puerta del coche antes de salir para Sevilla:
- Ea, ... aquí tiene usted un amigo.
Y así lo considero. Sirvan estas líneas para darle las gracias en nombre propio y en el de todos los restauradores que trabajamos en Salteras por encargo suyo.
Afectuosamente, un amigo.
D. José María Gómez Martín, párroco emérito de la sevillana localidad de Salteras falleció el pasado 30 de julio a los 80 años. Nacido en Marinaleda (Sevilla) en 1934, se ordenó sacerdote en junio de 1963. Tras diversos destinos pastorales, tomó posesión de la parroquia de Salteras en 1990.
Durante más de 20 años, desarrolló numerosas iniciativas en la localidad, además de las propiamente pastorales, entre las que destacan la restauración de la cubierta de la parroquia, la recuperación del retablo mayor y desarrollo de los proyectos de iluminación artística del templo, esto último en colaboración con el Ayuntamiento de Salteras y Sevillana Endesa. Hijo Adoptivo de Salteras, donde tiene una calle a su nombre, celebró en junio de 2013 sus bodas de oro sacerdotales, rodeado de sus feligreses, vecinos, autoridades locales y eclesiásticas, hermandades y asociaciones de Salteras, quienes quisieron acompañarlo en tal efeméride.
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