miércoles, 14 de agosto de 2013

Patrimonio cultural: ¿Tesoro o “marrón”?

Aunque pueda sonar a tema recurrente, las vacaciones de verano y los viajes que por estas fechas se realizan nos llevan irremediablemente a la reflexión de si nuestro patrimonio monumental está debidamente explotado. Entienda el lector el término “explotado”: Explotado como generador de recursos de toda índole, y no sólo como motor económico de tiendas de souvenirs, restaurantes de comida rápida o deterioro por el aumento indiscriminado de visitas. Explotado para su mantenimiento, para generar puestos de trabajo, para –porqué no- generar solidaridad y compartir con terceras personas.

Hace ya unos años, en un debate generado en un aula en el que estaba presente, se planteaba –incomprensiblemente por algunos- como los restos arqueológicos aparecidos fortuitamente en una obra civil (pongamos por caso el de un casco urbano histórica y patrimonialmente rico como Sevilla o Córdoba) eran inmediatamente destruidos por los promotores de la obra por miedo a los costes que acarrea este tipo de “apariciones arqueológicas no previstas”. La conclusión era que, más que un “tesoro”, lo que aparecen en este tipo de excavaciones son –entiéndase la expresión- “marrones”, o sea, problemas. Es decir, que más que ganar con la obtención de un tesoro, perdemos. Incongruente ¿verdad?
Esta pequeña anécdota con la que hemos comenzado nuestra entrada de hoy nos puede ayudar a reflexionar acerca de lo que supone para muchas instituciones, particulares o la propia administración el ser propietarios de un bien cultural. En muchísimos casos, más que ser herederos de un tesoro, son propietarios de un "marrón". De un problema que en muchos casos no saben como atajar. En otros, afortunadamente, la creatividad y la iniciativa les han ganado la batalla a los costes de mantenimiento infinitos. Como ejemplo, ahí tenemos los casos de las haciendas, castillos o cortijos destinados para la celebración de bodas y eventos, o los palacios y templos abiertos a la visita turística o cultural. Sin embargo, existe todavía mucho recelo por parte de muchos a utilizar este recurso de la visita turística para sostener el patrimonio cultural que hemos heredado. Sobrevuela en no pocos casos el miedo a ser tachados de mercantilistas por generar unos recursos (directos e indirectos, porque el bar de la esquina también se vería beneficiado) que a algunos les resultan todavía casi ilícitos, o al menos, poco ortodoxos. 

Por suerte o por desgracia, nuestra región Andalucía, ha hecho del turismo su primera industria ante la escasez de otras que históricamente se asentaron en otros territorios. Es uno de los pocos sectores que está ya recuperándose de la "crisis". Si bien no es menos cierto que hay que poseer recursos para poder ofertarlos y en nuestra tierra los hay. ¿Qué hay de malo en convertir un edificio deficitario en un motor económico?¿Devalúa en algo al espíritu de la celebración la asistencia como espectadores extranjeros a la Feria de Abril, a la Semana Santa o las Fallas? La reflexión incluso llega más lejos: Hay ciudades donde, ante la falta de recursos generadores de visitantes se los han inventado: La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, por ejemplo. ¿No es más delito, teniendo el ingente patrimonio cultural atesorado en nuestra tierra no aprovecharlo? ¿O es que estos talentos no son aprovechables?
 
A buen seguro habrá experimentado la sensación al viajar de que lo que nos venden como un lugar de visita inexcusable lo tenemos en nuestra ciudad sin
darle importancia alguna y, en muchos casos, en mayor cantidad y calidad. Y entonces, inevitablemente,  llega la reflexión... Ya es hora de que empecemos a darnos cuenta de que estamos rodeados de tesoros explotables y no de “marrones”.

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