Todos los cofrades saben que, cada año en el apartado de estrenos y restauraciones, los programas de mano nos reseñan las correspondientes intervenciones a las que las imágenes titulares de nuestras cofradías se someten. Lo que no sabrán la mayoría de los lectores es que, en este año 2014, se dan varias circunstancias por las cuales podríamos hablar de “cambio de ciclo” en este aspecto. Principalmente porque el próximo mes de junio salen, de la Facultad de Bellas Artes, los primeros graduados en conservación-restauración de bienes culturales. Una nueva titulación nacida bajo el amparo del famoso “Plan Bolonia” que viene a reglar, de una vez por todas, el ejercicio profesional de esta disciplina tan íntimamente ligada a la Semana Santa. Esta nueva carrera universitaria sustituye a la hasta ahora rama o especialidad de restauración de obras de arte, ofertada dentro de la licenciatura en Bellas Artes desde el plan de 1978. Por otro lado, la jubilación del que ha sido catedrático de dicha especialidad durante casi cuarenta años, D. Francisco Arquillo Torres, quien trajo a esta ciudad y a sus cofradías la restauración “científica”, como algunos han denominado a la conservación de bienes artísticos en la era contemporánea.
Sin embargo, como la mayoría de los hechos históricos, tuvo varios antecedentes: Por un lado, los trabajos de D. José Rodríguez Rivero-Carrera, restaurador del Museo de Bellas Artes quien se afanó hasta su jubilación por reciclar los métodos adaptándolos a la modernidad; por otro, los encargos recibidos por D. Francisco Peláez del Espino, quien innovó, no con mucho acierto, con materiales novedosos. En tercer lugar, será el desgraciado incendio en la Capilla del Patrocinio en el año 1973, el que introdujo en Sevilla, por primera vez, a los Hermanos Cruz Solís, quienes durante décadas impartieron clase en la Universidad Complutense de Madrid y trabajaron en el taller de escultura del ICROA (hoy IPCE) dependiente del Ministerio de Cultura. Tras aquella restauración del “Cachorro”, su vinculación con Sevilla y las cofradías será ya una constante, hasta el punto de dedicarle una plaza junto a la imagen trianera que los trajo hasta Sevilla.


Ya en la década de los noventa, irrumpía en el mundo de las cofradías el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (I.A.P.H.). Ante esa realidad autonómica, el IPCE de Madrid quedaba demasiado lejos, aunque algunas hermandades siguieron optando por él (más bien por los Cruz Solís), como los Estudiantes o el Museo. Con respecto al I.A.P.H., la hoy profesora universitaria Mª José González López traía de Italia y del I.R.P.A. de Bruselas metodología actualizada, que materializó por primera vez Enrique Gutiérrez Carrasquilla (en intervenciones tan solventes como las de la Cofradía de Montesión), Silvia Martínez (Humildad y Paciencia), Fuensanta de la Paz (Virgen de la Cabeza de Roque Balduque, en las Siete Palabras) o Pedro Manzano (Candelaria). Desde entonces, su aportación no ha sido sólo la restauración propiamente dicha, sino la formación, a través de su programa de formación y publicaciones, de las promociones salidas a lo largo de la década de los noventa y los primeros años del s.XXI. La metodología de trabajo definida por el I.A.P.H. en estas primeras actuaciones es la habitual de trabajo entre cuantos nos dedicamos a esta profesión en Andalucía, no ya por ser adecuada, sino porque es la exigida por la Consejería de Cultura y la recomendada por los responsables del Patrimonio Cultural de la Iglesia.
Sobre estas “patas” se apoya el ejercicio profesional del conservador-restaurador de bienes culturales en la actualidad, en relación con las cofradías. “Patas” que el inexorable paso del tiempo y otros avatares (como por ejemplo los políticos) van haciendo evolucionar y de lo cual es bueno que vayamos tomando conciencia. Hoy por hoy es un trabajo que ha dejado de llevarse a cabo en la impenetrable privacidad de un taller unipersonal para dar paso a la participación de todos los agentes implicados, a la labor de difusión e incluso a la inclusión de fotografías y resultados en las redes sociales. Todo un reto en un mundo cambiante y globalizado del que no pueden ausentarse ni las cofradías ni los restauradores.
Un trabajo riguroso, multidisciplinar, respetuoso con la devoción y libre de condicionantes extrínsecos es la mejor medicina para nuestras imágenes. Una profesión que los “restauradores de tercera generación” aprendimos de la mano de quienes van formando parte ya, poco a poco, de la historia reciente de nuestras cofradías y a quienes es de justicia reconocer su trabajo.
Benjamín Domínguez Gómez
Conservador-restaurador de bienes culturales
Artículo Publicado en revista SAETA que edita COPE SEVILLA. Abril 2014
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