viernes, 14 de octubre de 2011

Treinta años no es nada

Al leer que el Retablo Mayor de la Catedral de Sevilla va a ser restaurado en los próximos dos años, algunos pensarán que la actuación acometida a finales de los años 70 no ha cumplido su misión. Nada más lejos de la realidad. Las obras de arte -como todas las cosas de este mundo- requieren un mantenimiento y contínua revisión y la intervención que se va a acometer próximamente responde a esta cuestión. Son treinta años los que han pasado.

En treinta años, han cambiado muchas cosas. Y en el mundo de la conservación del Patrimonio todavía más. Ahora, la sociedad en general está familiarizada con las restauraciones, los rayos X, los análisis, el láser...todo el mundo conoce lo que es una policromía e incluso los más curiosos saben identificar reintegraciones o cuarteados. Pero hace treinta años no. Hace treinta años no había andamiajes espectaculares, ni youtube, ni láser, ni ordenadores portátiles, ni dremell, ni cámaras fotográficas digitales. Todo era muchísimo más rudimentario. Y a pesar de ello, la obra retablística de mayor importancia de la cristiandad se restauró con todas las garantías que hasta el momento pudieran ofrecerse.¿Quién se subiría ahora en un andamio "de los amarillo"s más de veinte metros de altura?

Los conservadores-restauradores salidos de las aulas de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla hemos aprendido escuchando a D. Francisco Arquillo,  una y otra vez, la hazaña que supuso esta restauración. La primera promoción de restauradores e historiadores jóvenes -después algunos profesores de la cátedra- trabajó con él asimilando la metodología que luego, como una catarata de sabiduría y buen hacer, se ha ido derramando, año a año, curso a curso, hasta nuestros días. Las profesoras Hernández Palma o Morón de Castro son buena prueba de ello. 

El libro "del retablo mayor de la Catedral" (como lo conocemos los profesionales del sector) ha sido durante muchos años el manual de cabecera para la intervención en madera policromada e incluso hoy, todavía sigue vigente en muchísimos aspectos que en el año 77 eran de una novedad pasmosa.  

Fue un trabajo de equipo. Y de gente joven en su mayor parte. Un equipo al que los conservadores-restauradores de Sevilla le debemos mucho. Con sus virtudes y sus defectos. Y ahora que empiezan a jubilarse, es de justicia que le reconozcamos su labor.

En Sevilla, el arte ha estado presente desde la antigüedad. La restauración científica, tal y como hoy la conocemos, llegó de la mano de la restauración del Retablo Mayor de la Catedral.

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