La Catedral de Sevilla guarda dentro de sí una gran aculación de tesoros artísticos: pinturas, esculturas, orfebrería, retablos, bordados... Riquezas que siglo tras siglo generó el culto y que hoy sirve para generar unos ingresos turísticos que se destinan, no sólo a conservar este rico patrimonio, sino a la edificación de nuevas parroquias, a Cáritas, a mantener a muchas familias con un digno puesto de trabajo...
Participa de un inmenso archivo documental junto con la Diócesis y la Biblioteca Colombina y posee, igualmente, un rico patrimonio musical. Este último -el patrimonio musical- tiene como particularidad el condicionante que ha de ser interpretado para poder disfrutarlo y eso se reserva a las festividades litúrgicas.
A partir de mañana, 8 de Diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, se celebrará a media tarde la "Octava de la Inmaculada". La última bajo el imponente retablo mayor antes de su inminente restauración. Y en ella, cantarán y danzarán los "seises" como viene repitiéndose desde hace más de cuatro siglos.
En origen, los seises formaban parte del nutrido grupo de niños que, desde muy temprana edad, pasaban a formar parte del Colegio de San Miguel que, atendido por el Cabildo, dotaba a la Catedral de jóvenes que atendieran las necesidades litúrgicas del templo metropolitano. Sin embargo, ante la desaparición de dicho colegio y con el devenir de los años, la tradición estaba a punto de perderse.
Fue entonces -corría el año 1985-, cuando el Cabildo Catedral designó al colegio Portaceli, de la Compañía de Jesús, nuevo "semillero" (que así se ha venido denominando) de los seises. Desde entonces, muchos alumnos del citado colegio han ofrecido al Santísimo Sacramento sus danzas y sus coplas. Junto a ellos, el esfuerzo de sus padres y familiares que se comprometen, a cambio de desprenderse de unas cuantas horas de descanso, a mantener viva esta tradición secular.
A pesar de que cada año entran y salen nuevos componentes por la rápida evolución de la voz en esas edades, esta celebración se mantiene intacta y parece no cambiar en nada, año tras año: Desde el olor que mezcla la humedad de la piedra con el incienso hasta el vibrar de la trompetería del órgano catedralicio, parecen repertirse anualmente (en las tres festividades que participan:Corpus Christi, Triduo de Carnaval e Inmaculada) retrotrayéndonos a estampas pretéritas.
Por eso, tanto los sevillanos como los turistas que participan en la celebración, acostumbrados como estamos al uso de la música digital, el sonido directo de los violines, las tubas y el contrabajo al unísono con el órgano nos sorprenderá. Y más aún cuando se unan las castañuelas y las voces de los niños que desde los albores del siglo XVII aclaman:
"Todo el mundo en general,
a voces, reina escogida,
digan que sois concebida
sin pecado original".
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