Corren tiempos difíciles. Muy, muy
difíciles. No hace falta decir que en muchas casas se están viviendo
verdaderos dramas: nóminas que no llegan, recibos devueltos una y otra
vez, frigoríficos vacíos... Algo que en muchos hogares no se había
conocido nunca y sólo se había referido por las abuelas cuando
tristemente recordaban los años de postguerra. Parecía todo superado,
pero no es así. Es la consecuencia de la crisis económica y de la actual
situación laboral: Cinco millones de parados y otros cinco (o más) en
una situación de precariedad con empresas y autónomos al borde del
colapso (acreedores pendientes de cobro, clientes que no llegan, bajadas
de sueldo, recortes, aumento del horario laboral, inestabilidad,
desesperanza...). Para
paliar esta situación, cada uno aporta lo que puede. Es lo menos que
una persona comprometida puede hacer. Cáritas está desbordada y las
hermandades y cofradías han multiplicado las asignaciones a las "bolsas
de caridad". Se intenta ayudar "a los que menos tienen", en una
situación desesparada, apagando fuegos en forma de recibos pendientes,
letras de hipotecas o carritos del supermercado para llenar la
despensa.
Pero en ese ansia de ayudar, algunos están perdiendo el norte, pensando
que con un golpe de timón, con un slogan sobrecogedor, la crisis
económica va a remitir y todo se va a solucionar como si de un cuento de
Disney se tratase. Quizás es lo que han pensado en la Hermandad de la
Vera Cruz de Utrera (Sevilla) donde su junta de gobierno ha decidido no
colocar flores a sus pasos y dedicar ese dinero a obras de caridad. Unos
3.000 euros. Bien, la intención es ayudar pero ¿Le han consultado a su
florista habitual qué le va a suponer esta acción? ¿Se imaginan las
consecuencias de que otras cofradías se animen a seguir su ejemplo? ¿Porqué no prescinden también de los cirios?
Probablemente, con 3.000 euros se repartan muchos kilos de garbanzos. A
muchas personas, sí. Pero esas mismas personas, a la semana siguiente
tendrán que volver a repartirles otros tantos kilos de lentejas porque
siguen sin trabajo y sin comida. Sin embargo, su florista habitual, con
esos 3.000 euros, podrá llevar un sueldo digno a su casa; a lo mejor
otro sueldo para un empleado, otro pellizquito para la limpiadora que va
una o dos veces por semana a limpiar la tienda, para el mecánico que
arregla la furgoneta, para gasolina, para el del bar del desayuno, para el del vivero y para el
transportista que trae las flores desde Holanda o Chipiona... Incluso
para el necesitado al que íbamos a favorecer con los garbanzos porque él
también seguro que echa algo en el cepillo de la iglesia y para el
resto de los habitantes de su pueblo porque de los impuestos que ha de
pagar se financian muchas cosas que disfrutamos diariamente.
No seamos hipócritas ni ilusos. Ningún proveedor de las cofradías ni de la Iglesia se enriquece con su negocio. Jamás ha sido así, ni lo será. Lo más que se consigue es un sueldo digno, realizando un trabajo honesto, después de echarle muchas horas. Y nada más. Pero si no fuera por esas flores, esos bordados, esas restauraciones o esas candelerías, la cola de la bolsa de caridad sería todavía mayor. Y encima no tendríamos ni Semana Santa ni nada.
Si alguien quiere hacer algo verdaderamente útil, que se embarque en un proyecto millonario (eso sí, sin cuotas extraordinarias que la cosa no está para apretar más) financiándolo a través de la mejor gestión de sus ingresos ordinarios. Austeridad en el gasto corriente y aumento de la inversión. Pueden ser los mismos 3.000 euros, pero que, para empezar, le van a reportar a su hermandad una inversión de futuro y no un gasto que se esfuma en el rato que se tarda en tomarse los dichosos garbanzos.
Los mejores Diputados de Caridad en esta época son los mayordomos. Eso sí, siempre y cuando se acuerden de pagar en tiempo y forma. Y no le pida al empresario que
le "quite" el IVA. O que le haga una rebaja al precio que al final le
cueste el dinero. O que contrate con talleres que no están dados de alta en
la seguridad social... En fin, todo eso que se le exige por parte de algunos a los proveedores, pared con pared con el despacho de la asistenta social, utilizando el dinero de las limosnas.
Seamos honestos y no busquemos el camino fácil. Porque dentro de unos años, cuando quieran ponerle flores de nuevo a su paso, a lo mejor ya no quedan floristas en Utrera. Y no será por culpa de Zapatero ni de Rajoy, sino por buscar el titular de prensa. Por esa regla de tres, si quiere hacer caridad " a saco", deje este año la vara de la presidencia y pase la tarde del Viernes Santo agarrando el palo de una escoba barriendo la casa de un necesitado. ¿Exagero? Pregúntele a su florista habitual.
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