martes, 16 de julio de 2013

Lecturas para el verano: "El Arte de la Pintura"

Inauguramos una nueva serie de entradas en nuestro blog de gestionarte a las que hemos bautizado como "lecturas para el verano". Pretendemos, en las próximas semanas en las que la actividad cultural baja con motivo de las vacaciones, recomendaros bibliografía relacionada con nuestro ámbito de especialización (la conservación y restauración de bienes culturales, especialmente obras relacionadas con el arte sacro) que pueda serviros para elegir algún libro para llevaros a vuestro lugar de vacaciones, si os apetece.

Como primer título, todo un clásico en el estudio de la pintura española y traemos a estas páginas casi como un homenaje al siglo de oro. No es otro que "El arte de la pintura" de Francisco Pacheco (Ed. Cátedra, 1990 - 782 páginas).

Francisco Pacheco del Río (Sanlúcar de Barrameda, 1564 - Sevilla, 1644) pintor manierista y tratadista de arte, conocido principalmente como maestro y suegro de Velázquez.Con la entrada del siglo XVII, Pacheco se consolidó como el primer pintor de la ciudad de Sevilla, aunque pronto sería eclipsado por el pintor de origen flamenco Juan de Roelas que permanecería en la ciudad entre los años 1604 y 1616. Humanista culto, con conocimientos teológicos, reunió en torno suyo un círculo de poetas y eruditos, en una especie de academia neoplatónica, a la que asistían intelectuales prestigiosos de Sevilla como Pablo de Céspedes, donde se buscaban apoyos para ennoblecer el arte de la pintura: Ut pictura poesis (la pintura es como la poesía). El periodo de declive se inicia a partir de 1626 con el auge de Francisco de Zurbarán y Francisco Herrera el Viejo. Escribió un Libro de los retratos, una colección incompleta de casi setenta retratos acompañados de pequeñas semblanzas biográficas al pie de los principales ingenios de su tertulia y de otras celebridades artísticas y literarias. En los últimos años de su vida se dedicó a redactar un tratado artístico que tituló Arte de la Pintura, concluido en 1641 y publicado póstumamente en 1649, que constituye uno de los mejores tratados artísticos del barroco español. 

Su lectura -plagada de expresiones castellanas ya en deshuso- ilustra perfectamente al interesado en el pensamiento y problemática del momento, haciendo referencia a pintores coetáneos y a numerosas obras todavía conservadas, especialmente en el entorno de la ciudad de la Giralda.

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