viernes, 9 de septiembre de 2011

Dos lienzos muy interesantes


En la sevillana localidad de Villamanrique de la Condesa, conocida por si intrincada devoción rociera (a la sazón es la primera hermandad filial de cuantas peregrinan a la aldea almonteña), existió un convento denominado de Santa María de Gracia, de la orden de San Francisco. Fue fundado por Dña. Blanca Enríquez en el año 1608. Constaba el templo de una sola nave que fue diseñada por el arquitecto Juan de Oviedo. Su sucesora, Dña. Beatriz de Zúñiga encargó a Juan de Oviedo, “el Mozo” la construcción de tres retablos (mayor y laterales).

Primeramente, la escultura y policromía de estos retablos iba a ser ejecutada por Juan Martínez Montañés, según contrato realizado el 20 de Agosto de 1616. Sin embargo, se anula dicho contrato firmando uno nuevo con Juan de Oviedo, con el plazo de un año para su ejecución, debiendo labrarlos en madera de borne y cedro, “con oro limpio fino” en la arquitectura, oro fino en la escultura. Tampoco lo lleva a cabo este escultor, sino que lo realiza definitivamente Diego López Bueno en el período entre 1616 a 1619 en el que se otorga el finiquito. En la fotografía que adjuntamos (del laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla) se observa la disposición original de dichos retablos en la iglesia conventual.



A propuesta del Sr. D. José Hernández Díaz, que realizó una visita al convento franciscano en Septiembre de 1959, se trasladaron los retablos y el resto de obras de arte a la parroquia de la localidad en Octubre del mismo año, ante el riesgo de desplome de la fábrica de la Iglesia y el continuo deterioro de las obras que en él se albergaban dado su lamentable estado de conservación.


En el ático de los retablos laterales -que tuvimos la ocasión de intervenir parcialmente en 2007- existen dos interesantes lienzos que, según la documentación existente, debieran de haber salido de la mano de Francisco Pacheco.  Sin embargo, la calidad artística de las obras supera en mucho a la mayoría de los lienzos ejecutados por Pacheco dándonos que pensar sobre quién es el verdadero autor de estas pinturas. 

Quizás el abandono del convento primero y su difícil visualización después (por estar en un ático de retablo) no ha permitido ser advertida convenientemente.

Los lienzos representan a Santo Domingo y San Francisco y la expresividad de sus rostros va más allá de la rigurosa pincelada del autor del "Arte de la Pintura".  Los fondos, apenas esbozados con una pincelada suelta y decidida, recortan la silueta de los santos dejando entrever la preparación rojiza. Quizás las manos estén algo menos elaboradas con respecto a los rostros, sin que por ello, pierdan interés alguno.



Muy interesante es la elaboración del crucifijo del santo de Asís que, a pesar de ser secundario en la composición del cuadro, se elabora con un claroscuro eficaz para determinar las formas que lo componen.
Los retablos ya habían sido intervenidos en otras ocasiones, especialmente el de San José, que presenta un redorado que nada tiene que ver con el de la Inmaculada, restaurado íntegramente a excepción de la imagen de la Virgen, también intervenida con anterioridad, no muy afortunadamente.
Sin embargo, estos dos lienzos, apenas habían sido tocados, por lo que el estado de conservación de la pintura es escepcional una vez de procedió a su limpieza, reentelado y reintegración cromática.

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