En los próximos días podrá admirarse de nuevo en el ático del retablo mayor de la capilla del Dulce Nombre de Jesús, en Sevilla -tras casi veintiocho años sin hacerlo- la imagen de San José (anónimo s.XVIII?) que, presumiblemente, colocara Dña. María del Amor Pérez de León en 1870 tras adquirir la capilla y que perduró hasta 1988, año en que fue sustituido por una pintura sobre lienzo que ahora ha sido reubicada en otro lugar del templo.
Como ya avanzamos en el blog de gestionarte (ver entrada anterior relacionada) la imagen presentaba un deplorable estado de conservación, potenciado, además, por la fragilidad y variedad de materiales que la constituyen. Los estudios previos llevados a cabo confirmaron, no sólo la variedad de materiales sino la diferente naturaleza y cronología de los elementos, que fueron adaptados hasta conformar esta escultura tal y como hoy la vemos. Así, un busto y pie izquierdo de terracota (el pie derecho es de madera y de muy mala factura), son los vestigios de una escultura anterior, adaptada a este cuerpo de telas encoladas y pelo de estopa, que está soportado por un candelero interior. La configuración de la imagen es seguramente de finales del s.XVIII, aunque no habría que descartar retrasar la fecha hasta el momento de su colocación en el retablo, aunque nos parece -a nuestro juicio- algo tardía.
A la izquierda, la imagen todavía en el retablo, a mediados de los años ochenta del s.XX. En el centro, el aspecto del retablo desde 1988 hasta 2015. A la derecha, la imagen repuesta en enero de 2016 tras su intervención.
Tratamiento de conservación-restauración
La escultura, como decimos realizada en una técnica mixta mediante madera, telas encoladas, fibras naturales y terracota, ha sido intervenida tanto a nivel de soporte como de policromía hasta devolverle la estabilidad y el aspecto que hoy presenta, imprescindible para dotarla de un estado de conservación óptimo y una correcta lectura estética e iconográfica. Para ello, ha sido fundamental la consolidación estructural de la misma, proceso que ha resultado más complejo de lo habitual por la disparidad de materiales y la fragilidad de las telas encoladas. Previamente, la policromía de la imagen fue protegida mediante la aplicación de coletta y papel japonés, para permitir la manipulación de la misma y evitar mayores desprendimientos en aquellas zonas que presentaban riesgos evidentes de deterioro.
Una vez trasladada la obra al taller, la imagen fue separada de su peana, y retirado igualmente el busto de terracota del resto del cuerpo. Fue entonces cuando se puedo comprobar el sistema de anclaje de la misma al torso, que no era otro que una amalgama de yeso, cuerdas y telas encoladas que ocultaban la fragmentación en varios trozos del cuello de la imagen, presumiblemente intencionada. Tras el proceso de limpieza y consolidación, el busto de terracota ha recuperado su composición original con una inclinación diferente a la que presentaba en el momento de iniciar estos trabajos, que, sin embargo, ha sido la que se ha recuperado, como es lógico.
Con respecto a la estructura general de la imagen, se le ha dotado de una nueva peana en madera así como de un nuevo sistema de anclaje para la adecuada colocación del busto de terracota que permite incluso su desmontaje, si fuera necesario. También se han consolidado los ensambles de los brazos (uno de ellos roto intencionadamente para modificar su posición ya a medidados del s.XX, según noticias), repuesto cuatro dedos de la mano derecha que habían sido mutilados y algunas zonas de los ropajes igualmente deterioradas o ausentes.
De las actuaciones sobre los estratos superficiales destaca el proceso de limpieza, consistente en la retirada de una gruesa capa de barniz oxidado que, además de otorgarle un color pardo impropio de su iconografía, ocultaba el rico colorido de los ropajes del santo -los característicos violeta y ocre- así como las cenefas dieciochescas que decoran los remates de la túnica y mantolín. Tras ambos procesos, los trabajos de reintegración volumétrica y cromática de todo el conjunto, han devuelto a la imagen su cromatismo real y la visión estética deseable para este tipo de obras.
Restauración iconográfica
La recuperación al culto de la imagen conllevaba no sólo intervenir sobre la materialidad de la pieza, sino también abordar la restauración iconográfica de la misma, puesto que, entre otros elementos, carecía de imagen del Niño Jesús. Éste ha sido magistralmente repuesto por el escultor-imaginero Antonio Bernabé Ávila, Licenciado en Bellas Artes afincado en la Palma del Condado (Huelva), siguiendo los modelos propios del barroco andaluz y las necesidades que la obra original y su ubicación requerían. Junto a esta imagen y sus potencias, el nimbo y la vara de flores blancas completan la correcta lectura de la misma.
Nueva imagen del Niño Jesús, obra del escultor-imaginero Antonio Bernabé Ávila
Con respecto al color y materiales utilizados en el tapizado del camarín, éste persigue integrarse en el conjunto del retablo, resaltando la imagen del santo, pero evitando que rivalice con el camarín principal, donde recibe culto el crucificado de la Vera Cruz, para el que se reserva el tapizado en verde.
A contnuación incluimos algunas fotografías del proceso:
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