 A partir de mañana 26 de Junio se puede visitar en el Museo del Prado la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad 
que reúne un conjunto de diecisiete obras tardías del artista, procedentes 
de colecciones museísticas de Londres, París, Houston, Madrid y Sevilla,
 entre otras ciudades, fruto de su relación con don Justino de Neve, 
canónigo de la catedral de Sevilla e importante mecenas y amigo personal
 del artista.
A partir de mañana 26 de Junio se puede visitar en el Museo del Prado la exposición Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad 
que reúne un conjunto de diecisiete obras tardías del artista, procedentes 
de colecciones museísticas de Londres, París, Houston, Madrid y Sevilla,
 entre otras ciudades, fruto de su relación con don Justino de Neve, 
canónigo de la catedral de Sevilla e importante mecenas y amigo personal
 del artista.
La muestra se presentará posteriormente en el Hospital de los Venerables
 de Sevilla, entre octubre y enero de 2013, y finalmente viajará a la 
Dulwich Picture Gallery de Londres de febrero a mayo del próximo año.
 El conjunto de cuadros que se muestran es un excelente testimonio
 de algunos de los proyectos artísticos más importantes acometidos en 
Sevilla en este periodo, que introduce al espectador de lleno en el 
corazón mismo del Barroco sevillano y de su fusión de arte, religiosidad
 y cultura. Además de las obras pertenecientes a la colección particular de 
Justino de Neve, otras se encargaron para la iglesia sevillana de Santa 
María la Blanca (cuya reconstrucción fue supervisada por él), la 
catedral y el Hospital de los Venerables Sacerdotes, institución para 
clérigos que el canónigo había contribuido a fundar y que ahora, casi tres siglos y medio después,  servirá como escenario para la muestra ya que actualmente es la sede de la Fundación Focus-Abengoa, en Sevilla.
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) era a mediados del siglo XVII 
el pintor más famoso de Sevilla; Justino de Neve (1625-1685), un culto y
 dinámico canónigo de la catedral sevillana. Entre ambos se estableció 
una relación profesional que pronto se transformó en auténtica amistad. 
Y
 de esa amistad nacieron algunas de las obras más bellas y ambiciosas 
pintadas por Murillo en las décadas de 1660 y 1670, cuando había 
alcanzado su plenitud como artista.
Como canónigo, 
Justino de Neve obtuvo para Murillo el encargo de una serie de ocho 
tondos de santos sevillanos, una Inmaculada Concepción que todavía hoy en día decoran el techo de la Sala Capitular de la catedral y el Bautismo de Cristo que corona el retablo de San Antonio en la capilla del santo. Murillo le nombró ejecutor de su testamento y pintó su retrato en 
1665 (National Gallery, Londres) –presente en la exposición- como prueba
 de su amistad, añadiendo la inscripción obsequium desiderio pingebat (pintado con el deseo de regalarlo). 
 

 
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