Las celebraciones litúrgicas de Semana Santa llegan mañana -Jueves Santo-
el período de máxima
relevancia. En este día comienza el denominado Triduo Pascual que
culminará con la vigilia que conmemora, en la noche del Sábado Santo, la
Resurrección del Señor. Los Santos Oficios del Jueves Santo se celebran con una misa
vespertina. Una vez se ha repartido la Comunión como de costumbre, el
Santísimo Sacramento
se traslada desde el Altar donde se ha celebrado la Misa, en procesión
por el interior de la iglesia, al llamado "Altar de la reserva" o "Monumento". Se trata de
un altar efímero que se coloca ex-profeso para esta celebración, que
debe estar fuera del presbiterio y de la nave central, debido a que en
la celebración del Viernes Santo no se celebra la Eucaristía.
Para esto, las catedrales, parroquias o conventos, adquirieron todo un aparato litúrgico que se montaba y desmontaba cada año y que, en general, tenía forma arquitectónica. No en vano, su origen procede de la reserva eucarística necesaria, pero también de una tradición centroeuropea como fue la de levantar simbólicamente un "sepulcro" que era custodiado durante los días de la Pasión. Sea como fuere, la rica y variada tradición católica generó verdaderas obras de arte, cada una en su estilo y proporciones, que forman parte del patrimonio cultural de la Iglesia.
La reforma litúrgica propició la disminución del boato y complejidad de estas máquinas, fruto de la necesidad de simplificar el barroco ceremonial y erradicar cualquier forma de abuso en lo secundario, ya que la norma recomienda no perder de vista la sobriedad y la austeridad que corresponde a la liturgia de estos días. En consecuencia (y a buen seguro con las dificultades y el coste, cada vez más gravoso, que suponía anualmente levantar tan importante aparato), se fueron suprrimiendo paulatinamente hasta quedar reducidos a una ornamentación -mas o menos elaborada- de las capillas sacramentales o, en el mayor de los casos, a altares efímeros pero de reducidas dimensiones y, en ningún caso, exentos como antaño.
Para esto, las catedrales, parroquias o conventos, adquirieron todo un aparato litúrgico que se montaba y desmontaba cada año y que, en general, tenía forma arquitectónica. No en vano, su origen procede de la reserva eucarística necesaria, pero también de una tradición centroeuropea como fue la de levantar simbólicamente un "sepulcro" que era custodiado durante los días de la Pasión. Sea como fuere, la rica y variada tradición católica generó verdaderas obras de arte, cada una en su estilo y proporciones, que forman parte del patrimonio cultural de la Iglesia.
La reforma litúrgica propició la disminución del boato y complejidad de estas máquinas, fruto de la necesidad de simplificar el barroco ceremonial y erradicar cualquier forma de abuso en lo secundario, ya que la norma recomienda no perder de vista la sobriedad y la austeridad que corresponde a la liturgia de estos días. En consecuencia (y a buen seguro con las dificultades y el coste, cada vez más gravoso, que suponía anualmente levantar tan importante aparato), se fueron suprrimiendo paulatinamente hasta quedar reducidos a una ornamentación -mas o menos elaborada- de las capillas sacramentales o, en el mayor de los casos, a altares efímeros pero de reducidas dimensiones y, en ningún caso, exentos como antaño.
Como
ya hemos apuntado, eran estructuras efímeras, realizadas en madera
generalmente, que al quedar en desuso pasaron a ocupar almacenes o
trasteros (si no perecieron de cualquier otro modo) hasta irse
deteriorando y, en muchos casos, desapareciendo. Otras veces, se
reaprovecharon como elementos independientes, construcción de altares o capillas. Frecuentemente solían ser obras de una calidad artística limitada, adecuada a su función, pero sin excesiva riqueza, de ahí su poca valoración. En el caso de las esculturas, por ejemplo, solían ser de telas encoladas (por su poco peso) por lo que su deterioro y poca consideración iban de la mano.
Hoy por hoy, a la pérdida irreparable de todos estos objetos hay que sumar el desconocimiento generalizado de incluso la existencia de estos elementos que prácticamente están quedando en el olvido con la llegada de las nuevas generaciones. No estaría mal que aquellos templos que todavía conserven, bien elementos, bien documentación sobre estos "monumentos" los recopilen y, al menos, los documenten adecuadamente, antes de que se conviertan en elementos indescifrables en un futuro.
Si desea ampliar su conocimiento acerca de este tema, pinche aquí: más información
Hoy por hoy, a la pérdida irreparable de todos estos objetos hay que sumar el desconocimiento generalizado de incluso la existencia de estos elementos que prácticamente están quedando en el olvido con la llegada de las nuevas generaciones. No estaría mal que aquellos templos que todavía conserven, bien elementos, bien documentación sobre estos "monumentos" los recopilen y, al menos, los documenten adecuadamente, antes de que se conviertan en elementos indescifrables en un futuro.
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