Es habitual escuchar en estos tiempos de crisis que no es momento para que
las Hermandades y Cofradías, o la Iglesia en general, se gaste el
dinero en confeccionar nuevas piezas de artesanía sacra o en restaurar
imagenes y/o enseres. Lo mismo ocurre con clientes particulares, acostumbrados a adquirir y restaurar piezas en el mercado de las antigüedades y que ahora son seres denostados por parte de la sociedad por su "inconciencia social" ante las necesidades que otros tienen.
Visto así -sin profundizar- sueno lógico y honesto, pero hace unos días, un cofrade me argumentaba con bastante lógica, el porqué de acometer una gran obra de artesanía con un presupuesto considerable en los tiempos que corren: La razón no es otra que colaborar, en la medida de las posibilidades, a la creación y mantenimiento del empleo y la dinamización de la economía en el sector que tradicionalmente trabaja casi en exclusiva para la Semana Santa. Lo que los tertulianos de la radio llaman "activar el consumo". Consumo local y restringido sí, pero muy útil, gracias a la situación de saneamiento financiero que gozan la mayoría de nuestras hermandasdes y la cantidad de familias que viven en nuestra ciudad de esta "industria".
Y es que las Cofradías, como muchas otras instituciones (ya sean fundaciones, asociaciones sin animo de lucro, etc.) siguen manteniendo unos ingresos fijos por la consignación de cuotas a sus hermanos y/o asociados que -independientemente del aumento del número de recibos impagados- se mantienen intactos. Eso les permite seguir con su vida y gastos ordinarios, entre los que se suelen incluir programas de mantenimiento y conservación de su patrimonio, siempre y cuando estén sostenidos por dichos ingresos ordinarios.
El argumento contrario a este tipo de gasto es la necesidad del ejercicio de la Caridad. La asistencia social actual está, cada vez más, redireccionada hacia instituciones que tienen un funcionamiento más profesionalizado (incluso de la mano de voluntarios) como son Cáritas, Banco de alimentos, Economatos... con lo que las aportaciones puntuales cada vez son menos frecuentes, al estar canalizadas las ayudas, con buen criterio, hacia estas otras instituciones (que además evitan la picaresca y optimizan los escasos recursos existentes). Es por lo que habitualmente, estas partidas destinadas a caridad también están incluídas en el presupuesto ordinario en forma de porcentaje de cuotas (10%, 0,7% al tercer mundo...) y no sufren merma alguna con respecto a otras partidas de tipo artístico.
Invertir -que no gastar- en materia patrimonial, se convierte ahora en una necesidad social también, evitando que profesionales del sector se vean obligados a redireccionar su vida laboral, desapareciendo empleos tradicionales vinculados a nuestra Semana Mayor y que sin encargos ni proyectos de futuro no pueden mantenerse. Frenar proyectos que se sostienen con los ingresos ordinarios, por temor a ser tachados de "frívolos" no es más que un error en la percepciónde la situación actual de la ciudad y de su Semana Santa. Porque dentro de unos años, cuando la situación se recupere y aumente considerablemente de nuevo la demanda de trabajos, esos talleres tradicionales, que conservan tanto buen hacer y un nivel de calidad artística fraguada tras décadas de trabajo al servicio de las cofradías, puede que hayan desaparecido y con ellos, una tradición de siglos que habrá desaparecido también, perjudicando entonces a la Semana Santa y a la economía de la ciudad.
Otra cosa sería exigir una cuota extraordinaria para una obra faraónica... eso no sería de recibo.
Otra cosa sería exigir una cuota extraordinaria para una obra faraónica... eso no sería de recibo.
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