Cuando estamos acostumbrados a ver
ciertas cosas, no reparamos en la importancia o transcendencia que
puedan tener, por el simple hecho de estar familiarizados con ellas. Por eso, cuando ponemos en valor algún elemento de nuestra
historia, y reparamos en la importancia y transcendencia que tiene, a
pesar de conocerlo y haberlo visto infinidad de veces, nos sorprende y
lo vemos, a partir de ese momento, con nuevos ojos.
Decimos
esto al hilo de que en Sevilla, suenan cohetes que nos indican que hoy,
miércoles previo a Pentecostés, está saliendo de camino para la Aldea
del Rocío en Almonte, la Hermandad de Triana. No pretendemos hablar de
devoción (que este no es el foro, aunque de ella parta todo lo demás) ni de cofradías. Hablemos de estética,
historia y arte. Y de poner en valor un elemento ideado "ex profeso", que
ha servido como "canon" estético al mundo rociero: La carreta del
Simpecado de la Hermandad del Rocio de Triana.
Pintura del simpecado de 1855 |
De la devoción rociera en el barrio de
Triana, se tiene constancia desde mucho antes de la fundación de la
Hermandad. Un lienzo de la Virgen fechable en el s. XVIII conservado en
la Parroquia de Santa Ana es buena prueba de ello, entre otros numerosos
testimonios. Será el 6 de Junio de 1813 cuando se funde la
que hoy es la sexta en antigüedad de entre las hermandades filiales,
realizando su primera romería al año siguiente, ya con 34 carretas y
28 caballos. Es por ello, por lo que este año celebra su bicentenario.
Los rocieros de Triana, canónicamente establecidos entonces en la Iglesia de San Jacinto, estrenarían un primer simpecado en esos primeros años, que sería sustituído en 1855 (el que hoy se denomina el "antiguo") para definitivamente, en 1936, ejecutar el actual en los Talleres de Elena Caro.
Pues bien, como saben los que conocen la idiosincrasia rociera, el Simpecado, se
porta en el camino hacia el Rocío en una carreta. Y para ello, contó la
hermandad, según figura en sus inventarios, con una primitiva
carreta de las llamadas de “cajón”, de las que hoy se conservan pocas, a
excepción (y sirva como ejemplo del modelo anterior al trianero) la
de Umbrete, entre otras. En otros casos, como el de Villamanrrique, por ejemplo, la composición de la carreta actual recuerda bastante a su antigua de madera, si bien ésta ha sido realizada en plata.
Cajón de la Hdad. de Umbrete. Tipología de carreta más antigua utilizada |
En 1867 (una vez estrenado el simpecado que a buen seguro sorprendió por su belleza y riqueza) acordó la Hermandad construir nueva
carreta que sería estrenada en la Romería del siguiente año. El diseño
de esta carreta marcaría un modelo a seguir a partir de este momento, en
la forma y el arte
de la devoción rociera, quedando como referente estético para muchas hermandades (curiosamente, sucede lo mismo con el paso de palio de la Esperanza Macarena, conformado como el caso que nos ocupa, desde finales del s.XIX y a lo largo de la primera mitad del siglo XX y que es el "canon" de referencia del paso de palio a partir de ese momento).
La carreta en el año 1934 |
La creación trianera crea un templete de metal cincelado, apoyado en seis
columnas que
sostienen el techo, que queda compuesto por una triple bóveda
adornada interiormente por
artesonado y perfilada por amplia cornisa y crestería. En su
fronstispicio lleva el escudo de la hermandad y como remate sobre el techo, la paloma del Espíritu Santo, en clara alusión a Pentecostés. Su exorno se completa con
guirnaldas de flores en plata en los intercolumnios, donde también se
colocan sendas jarras con flores siguiendo un modelo muy parecido al de
los pasos de palio de la Semana Santa, y cuatro grandes
candelabros en las esquinas. En el centro, el simpecado, abarcando la totalidad del espacio, que se ilumina con algunas velas (hoy desgraciadamente eléctricas) que surgen de la mesa de la carreta.
La zona inferior del carro la cubre un moldurón a modo de respiradero, también en metal y en conjunto con la parte superior. Como curiosidad hay que advertir que en la parte posterior lleva una barra para asirse a la carreta las personas que caminan tras de ella por promesa o devoción. Por delante, la yunta de bueyes tira del carro, los cuales van ataviados igualmente con frontiles de orfebrería y adornos de terciopelo verde, una nueva aportación a la forma ancestral de revestir a los animales para los rituales.
En la actualidad, la carreta originaria fue sustituida y enriquecida en 1954 por Emilio García Armenta,
siguiendo el modelo original, suponiendo uno de los máximos logros de la orfebrería contemporánea. Lleva más
de 230 kilos de plata de ley, en estilo neorrenacimiento. Los candelabros,
añadidos en 1960, tienen como basamento a los cuatro arcángeles. En el frontis
va la Virgen de los Reyes. En los penachos de los bueyes van Santa Ana y Santas
Justa y Rufina, todo ello maravillosamente cincelado. En 1995 los talleres de
Villarreal sanearon la estructura del conjunto y renovaron en el mismo estilo la
crestería, única parte que no era de metal noble. Al estrenarse, la carreta fue expuesta en el Arquillo del Ayuntamiento, exornado para tal ocasión con reposteros y plantas, dando incluso pie a la composición de letras de sevillanas -tan importante también la aportación trianera a este género musical- haciendo alusión al estreno de la carreta.
El modelo de Triana ha sido -y sigue siendo- repetido por numerosas
hermandes rocieras y otras devociones de toda Andalucía que han
encontrado en este tipo de carreta la mejor composición para albergar a
las imágenes o simpecados de su devoción. Traemos a estas líneas
ejemplos como los de las Hdades. del Rocio de las Cabezas de San Juan o
la de Sevilla-Macarena, así como la carreta de la Divina Pastora de
Cantillana (Sevilla).
La influencia estética establecida se extiende incluso al exorno de la misma, que porta "manojos" de naranjas y limones colgando de los capiteles de los varales, que han motivado que otras tantas hermandades hagan los propio con productos típicos de su tierra (mostachones, por ejemplo, la Hermandad de Utrera). O también en el cortejo de insignias -todas nobilísimas siguiendo un estilo propio- que forman la comitiva que antecede a la carreta de plata formando un cortejo digno de ser admirado.
No ha sido estudiado con profundidad este fenómeno que hoy planteamos, al menos, no tenemos conocimiento de monografía o publicación que se haga eco con rigor de este asunto. Bien merecería esta antigua corporación rociera un trabajo de estas características y una exposición con tan rico patrimonio, más aún cuando celebra, ya de camino al Rocío, sus doscientos años de historia.
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