Durante los últimos años, han proliferado numerosas "escuelas taller" y otras actividades (formativas y/o de inserción laboral) relacionadas con el patrimonio. A priori, estas iniciativas son muy loables. Lo malo, es que en la mayoría de los casos, se han creado espectativas laborales para jóvenes -y no tan jóvenes- que luego han quedado en nada. Pongamos un ejemplo:
En muchos ayuntamientos (a través de subvenciones), se ha utilizado la "escuela taller" para llevar a cabo trabajos de carpintería/ebanistería, albañilería, e incluso restauración de retablos (¡!) en los templos de la localidad. Los requisitos solían ser, entre otros, que fueran vecinos del pueblo. Pues bien, una vez terminados los trabajos (con los que los alumnos disfrutan muchísimo y alimentan esperanzas de trabajo) no tienen posibilidad de seguir trabajando, puesto que carecen de formación, mercado y titulación para autoemplearse. Los de los módulos de albañilería o ebanistería, al fin y al cabo, podían incorporarse al mercado laboral en empresas del sector (que no de patrimonio, en general), pero los que se han dedicado a "restaurar", ¿donde trabajan si no tienen titulación para hacerlo?. Para colmo, los más valientes de estos "pseudoprofesionales" se lanzan a "restaurar" sin los medios y formación necesarios, haciendo competencia a los verdaderos profesionales y provocando un verdadero caos en el sector (sobre todo por los precios a la baja, al trabajar en economía sumergida, por regla general), por no hablar de los nefastos resultados a nivel técnico.
El sector del patrimonio (incluída la rehabilitación de edificios históricos) adolece de profesionales de grado medio, es decir, personal cualificado que no tiene porqué ser licenciado universitario (ahora graduado) ni peón. Es difícil encontrar jóvenes con formación en ebanistería, por ejemplo, o dorado dispuestos a incluírse en un equipo de trabajo a las órdenes de los conservadores-restauradores. En gestionarte, hemos tenido la suerte de contar con varios de estos profesionales de grado medio y la organización y resultado del trabajo ha sido bastante satisfactoria, porque cada uno hace lo sabe y tiene que hacer (es lo mismo que si ponemos a un neurocirujano a a sacar sangre o a un ATS a operar una rodilla...los resultados no van a ser satisfactorios si cada uno no hace lo que le corresponde...)
La oferta formativa en los próximos años debería ir encaminada a segregar los diferentes niveles profesionales, dando una formación específica de calidad a estos artesanos, imprescindibles como auxiliares, en esta materia. En Gelves (Sevilla), la Escuela "Della Robbia" es un buen ejemplo de este tipo de formación, especializados en cerámica, dorado y ebanistería, muy útil para la insercción laboral en este campo. También la Fundación Forja XXI, en Sevilla, lleva a cabo buenas iniciativas. Los estudios de grado, a partir de ahora, con su ampliación en másters, deben de diferenciar entre los titulados con mayor o menor formación, pudiendo seleccionar a aquellos que hayan realizado un master específico, para ser los directores-responsables de las actuaciones, siendo el resto ejecutores sin cualificación para dirigir equipos.
Estos cambios, abaratan la partida de mano de obra y, sin embargo, mejoran sustancialmente el resultado obtenido; crean empleo y, sobre todo, organizan de una manera ordenada y lógica el mercado laboral del sector.
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